Diversos autores y publicaciones han sugerido que el autismo podría estar originado por alteraciones de la microbiota intestinal a partir de la observación de ciertas características diferenciales en el microbioma de las personas autistas y del hecho de que padecen molestias intestinales de forma más frecuente. Los probióticos y el “Eje intestino-cerebro” están de moda y aunque es más lo que ignoramos que lo que sabemos, ya se han popularizado remedios a base de probióticos contra el autismo, llegando incluso a ofrecerse “transplantes fecales” como cura para niños autistas.
EL MICROBIOMA AUTISTA
El microbioma autista muestra una mayor abundancia de bacterias del género Clostridium con respecto al microbioma neurotípico, con una reducción en la proporción de bacteroidetes/firmicutes y un aumento de las especies de los géneros Lactobacillus, Desulfovibrio y enterobacterias. Los géneros Bifidobacterium, Copropoccus, Prevotella y Veillonellaceae están generalmente disminuidos. También el hongo Candida albicans puede ser hasta dos veces más abundante que en neurotípicos.
Las alteraciones en el microbioma se correlacionaron con la gravedad del autismo. La alteración de la microbiota también puede causar el deterioro de la membrana intestinal haciéndola más permeable al paso de moléculas exógenas como el LPS bacteriano con acción proinflamatoria. Algunas de las especies bacterianas como Clostridium tiene capacidad para producir sustancias tóxicas.
Varios estudios reflejaron mejoras en diferentes parámetros relacionados con el comportamiento autista tras la suplementación con Lactobacillus PS128 y tras diversos trasplantes de heces. Sin embargo estos datos deben ser tomados con cautela, pues el grado de la evidencia es bajo, debido al pequeño número de muestra así como a la probable existencia de sesgos en la realización de los ensayos, según reconocen sus propios autores. Las revisiones científicas más exigentes concluyen que a día de hoy no existe evidencia suficiente para afirmar la utilidad de los probióticos en los niños TEA.
Recientes estudios basados en el método de la secuenciación metagenómica indican que es más probable que la relación entre microbiota y autismo sea justo la inversa a la esperada, siendo consecuencia más que causa. Los intereses alimenticios restringidos de las personas autistas en ocasiones conllevan una dieta menos diversa, pudiendo ocasionar una diversidad taxonómica microbiana más reducida.
En ningún caso se puede afirmar que el microbioma tenga un papel importante en el TEA ni que el autismo se pueda tratar con probióticos. No obstante, los desarreglos en el microbioma observados pueden dar lugar a alteraciones gastrointestinales u otras, que sí podrían verse beneficiadas por la suplementación con cepas probióticas seleccionadas. Todavía son muchas las incógnitas sobre las relaciones que se establecen entre la microbiota y el resto del organismo. Es posible que en las personas autistas las disfunciones gastrointestinales causadas por las limitaciones de su dieta (no por su condición autista), puedan estar asociadas con mayor grado de irritabilidad, ansiedad, conductas agresivas o trastornos del sueño. De confirmarse esto, el tratamiento de estos síntomas con la administración de probióticos podría ser beneficioso, económico y seguro.
Autor: Roi Cal Seijas. Farmacéutico.
REFERENCIAS
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